martes, 4 de agosto de 2009

La increíble historia del músico mágico y su disfraz de conejo


En el lejano condado de Lichtenstein habitó una vez a principios del s.XX un señor al que apodaban el músico mágico. Si tuvieramos que describirlo diríamos que era un tipo canoso, alto, que andaba ligeramente encorvado y sobre todo, muy muy serio. Solía vestir elegantemente con chistera, gabán oscuro de paño fuerte, bufanda de lana y en verano añadía un par de guantes de cabritilla. No deja de ser curioso que tanto la chistera como el gabán siempre eran de fabricación propia, puesto que este señor desempeñaba el doble oficio (heredado de su padre) de sombrerero de chisteras y sastre de gabanes en un local sito en la planta baja de un importante edificio en la avenida principal de Lichtenstein, la misma avenida donde a unos veinte pasos de su negocio tomaba todos los viernes a las seis de la tarde una copa de ponche en el Café Parisien.

Durante toda su existencia (unos setenta y cinco años, año arriba, año abajo) nunca se casó ni tuvo hijos. Tampoco amigos (aunque sí conocidos) y en general siempre se mostró como un caballero extremadamente educado pero distante, lo que le proporcionaba cierta aura de involuntario misterio que hacía nacer todo tipo de especulaciones y chismes en torno a su persona (más fantasiosos que reales) entre los habitantes de Lichtenstein, especialmente entre las señoras de cierta edad y de cierta condición ociosa. Con los años y tras la muerte del músico mágico, algunos de estos chismes pasaron a transformarse en auténticas leyendas que se transmitian de abuelas a nietos durante las frías noches de invierno, no sin introducir casi involuntariamente ciertas modificaciones sustanciosas que nos sorprenderían por su inexactitud si se hubieran podido comparar con las historias originales nacidas en tiempos del músico y mucho más aún si se hubieran podido comparar directamente con la realidad patente en la vida del músico mágico, que si de algo carecía, era precisamente de fantasía.

Llegado a este punto, se preguntará vd., querido lector, el porqué llamaban a este apacible sastre de chisteras y gabanes con el apodo del músico mágico y no seré yo quien se lo oculte por más tiempo. Era bien sabido (y esto fue realmente uno de los pocos rumores sobre su persona que a posteriori resultó ser cierto) que el músico mágico tenía la rara habilidad de hacer sonar la flauta soplando por el extremo opuesto, pudiendo ser capaz de interpretar cualquier concierto con idéntica perfección tomando el instrumento tanto del derecho como del revés, lo que dejaba a todo el mundo boquiabierto.

Practicó con el fin de conseguir la misma proeza con el violonchelo, pero nunca lo llegó a dominar en posición invertida tan bien como la flauta. Por eso y porque además se tiraba los peos mucho más fuertes que los demás (a cualquier hora del día o de la noche) le llamaban el músico mágico.



Publicado en El Mandarín de los olivos el 05/03/09

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