martes, 4 de agosto de 2009

Viernes, 17 de Agosto de 2007



“Las fobias-dijo Sophía-no siempre inciden en el individuo de la misma forma. Imaginemos por un momento un tablero de ajedrez donde el tiempo es una magnitud vertical y el espacio una magnitud horizontal. Supongamos que el individuo es un peón y el tablero un tablero finito, sus dimensiones son variables dependientes de la existencia del peón. Como el peón de ajedrez, el individuo no puede volver sobre sus pasos, (el tiempo jamás transcurre hacia atrás) aunque en cambio tiene mayor libertad de movimientos horizontales y oblicuos (lo que sus cortas piernas y las otras fichas del tablero le permitan). Las fobias le podrían afectar de tres maneras distintas. La primera, de forma vertical, es decir, una fobia que no dependería del lugar, sólo del tiempo y acompañaría su avance de forma paralela. Su límite es el límite horizontal superior del tablero, o sea, el fin del tiempo mismo. La segunda sería la horizontal, una fobia que sólo se manifiesta como respuesta a un entorno determinado y aparece perpendicularmente en el camino del peón; por lo que sólo avanzando un paso y cambiando de fila estaría a salvo, fuera de su alcance. El tercer tipo de fobia, (la más frecuente y peligrosa) es la que corta oblicuamente el camino del peón, por lo que depende tanto del tiempo como del espacio. Como su única condición es la oblicuidad puede rebotar en los bordes izquierdo y derecho del tablero una y otra vez, cambiando de sentido, de ángulo y volviendo a cruzarse en el camino de nuestro sufrido héroe.

Muy bien, pequeña-replicó el nigromante- Pero yo lo único que sé de ajedrez es que siempre voy ganando la partida hasta que me comen la Reina…”




(De Diálogos entre la universitaria y el hechicero, 2007)

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