viernes, 7 de agosto de 2009

El gallo Matías



¡Tío! ¡Las fresas!...¡Las putas fresas!, me acabo de dar cuenta de que llevan todo el día bailando y jugando al billar fuera de la taza y eso que, sin ir más lejos, ayer estaban sobre el trampolín, saltando adentro desde abajo cuando pude salir a echarles un ojo.

¡No lo entiendo, joder! ¡Si coloqué un cepo para que no escaparan y además recién había terminado esta mañana de introducirlas por fuera antes de empezar a ponerlas una a una bien separadas en fila india al ir a sacarlas, metiéndolas dentro con mucho cuidado, juntitas para echarles el azúcar, y obviamente, para eso tenían que estar fuera de la taza haciendo un semicírculo, o dicho más claramente, en el interior de la misma!

Lo creas o no, no te diría esto si no fuera porque en realidad en ningún momento esta mañana ellas por su cuenta se atrevieron a saltar desde el borde del recipiente cuando empecé a empujarlas con cuidado, tratando de que saliesen despedidas hacia adentro para conseguir echarles el azúcar sobre sus seis cabezas… ¡Cosa que habría hecho con gran satisfacción si hubieran estado metiditas allí sin salirse como le correspondería a unas simples fresas provincianas de la capital y no como si fueran un circo de pulgas, coño!

En fin, ahora las muy bastardas están todas dentro durmiendo, salvo las que se escaparon al mediodía a hacer la ronda nocturna, es decir, las seis que había antes en la taza, o sea, todas, y ya de ahí no hay quien las saque ni con pegamento. ¡Fíjate para lo que sirven los postres tú!

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