miércoles, 17 de noviembre de 2010

El Testamento Político de Hitler


En el césped verde, el tábano rojo de anfetas estaba con Hitler

Hitler mientras chillaba (lo normal cuando te pica un tábano)

Aunque en verdad lo que deseaba era cagar

A su lado Himmler y Hess le abanicaban con sus pistolas

(para que se le pasase el dolor)

Hitler tenía la cabeza metida en una fuente gigantesca de patatas fritas

Las masticaba con fruición

“Después de probar estas patatas bien podría uno suicidarse” dijo el Führer

Pero en realidad lo único que hizo fue aplicarse más anfetas mediante el tábano

¿El tábano es un insecto o un bicho?-Se preguntaba Hitler

-¡Un insecto!-constestó Himmler

-¡Un bicho!-contestó Hess

-Desde luego un superhombre nazi no parece-concluyó Don Adolfo

El tábano tenía la esvástica impresa en el caparazón, nada parecía importarle

Pero dijo en voz baja: “Soy un supertábano nazi”

Mientras tanto Hitler defecaba a la vez que daba volteretas (con los pantalones puestos)

Pasado un rato dijo: “Ahora me siento mucho mejor”

El olor que despedía el Führer atrajo a muchos más tábanos, una familia entera

Todos comenzaron a picarle y Hitler no paró de temblar hasta el infarto

Rápidamente Himmler extrajo el músculo cardíaco, de esta forma seria evitado

“Ahora me siento mucho mejor” repitió Don Adolfo

Trocearon el corazón y se lo dieron a comer a los tábanos

Al olor de este alimento acudieron más, formaban ya un escuadrón

El enjambre formaba una cruz gamada en el cielo

Hitler hizo su saludo, que de inmediato le fue devuelto por todos los presentes

Incluso por los sucios tábanos

“Ahora me siento mucho mejor” continuaba diciendo

Estamos ya hartos de oír lo mismo, replicaron Himmler y Hess y comenzaron a disparar

(contra él)

Hitler explotó como consecuencia de los impactos de bala

Resulta que el gran dictador era simplemente un muñeco hinchable

(¡Lo que se hubieran ahorrado con desinflarlo a tiempo!)

Los tábanos de inmediato se lanzaron a por Himmler y Hess como represalia

Ellos habían abatido a su dios (todo el mundo sabe que Hitler es el dios de los tábanos)

Murieron rápidamente bajo el efecto de mil millones de picaduras (aguijonazos)

Cuando todo pasó, el verdadero Hitler salió de detrás de un paragüero

Rió por todo lo que había visto y marchó a su búnker a comer espaguetis

Allí le esperaban el verdadero Himmler y el verdadero Hess, que estaban estudiando

(la tabla periódica de los elementos)

¡Rubidio, Cesio, Francio!-exclamaban en voz alta

Tomaron el almuerzo y luego un café

Se lo habían pasado muy bien.



De La Profecía de Humwawa, 2004

jueves, 14 de octubre de 2010

Corpus Christi


Cuando llegaba el día del Corpus Christi todos los años, Rómulo siempre cerraba la herrería una hora antes para poder acudir a la celebración. Aunque no existiera en el calendario, en el pueblo todos sabrían cuándo había llegado el momento: nada más despuntar el alba todos los jueves de Corpus la plaza antigua amanecía cubierta por una espesa niebla azulina que bajaba de las montañas durante toda la noche y se iba deshilachando paulatinamente por las calles conforme avanzaba la mañana; dejando a su paso un inconfundible reguero de humedad y olor a lirios marchitos que asustaba a los niños y cuya forma de dispersarse durante las primera horas tras el alba era interpretada por las matriarcas para pronosticar la fortuna del año próximo.

Él y el resto de paisanos estaban ya apiñados en el anfiteatro de la plaza antigua antes de las doce, comiendo las habas crudas que para la ocasión se vendían en improvisados puestos callejeros mientras esperaban a que llegase la procesión y se produjera el milagro, y es que, si esta era la fiesta más importante en todo el calendario se debía a que era la única oportunidad de ver a Jesucristo que tenían labradores, barberos y mendicantes, amén de otras personas humildes, desde que en el siglo XI se apareciera el día de ánimas ante todo el pueblo durante la guerra de las tres naranjas para lanzarle a las tropas enemigas cochinos enfermos de rabia y porfiria.

Como cada año, a las doce los mozos ya habían despejado los restos de neblina azul a base de prender cartuchos de pólvora cuando los primeros miembros de la sacra comitiva comenzaron a hacer su entrada. El orden no había cambiado desde que pudiera recordarse: primero figuraba siempre la cofradía de hombres diminutos, ataviados con levita y monóculo y portando el estandarte negro que escuetamente anunciaba la procesión con la leyenda “Corpus Christi”, imbuidos de un aire tan ceremonioso que en muchas ocasiones llegaba a resultar ridículo. Detrás aparecía el desordenado cortejo fúnebre de los enmascarados, los arlequines y las plañideras de Momo, encargados de esparcir por las calles la ceniza de abedul que había quedado en los hogares tras el invierno. Tras ellos desfilaban los archimandritas barbados, que con sus báculos y medallones sólo rivalizaban en opulencia –aunque ciertamente no en seriedad- con el alegre cuerpo de pífanos del Rey, venidos desde la corte luciendo la librea verde de gala especialmente para la ocasión. Todas estas secciones pasaron ante los ojos de Rómulo antes de que la plaza comenzara a notar la sorda presencia de las matriarcas. Rodeando a la custodia a modo de guardia de honor, vestidas de luto y cubiertas por un velo translúcido de los pies a la cabeza, las matriarcas escoltaban a los dos animales que iban tirando del carro solemnemente: la yegua rellena de cera y la cebra artificial.

La custodia primitiva había sido destrozada durante la guerra por una bala de cañón que nadie pudo encontrar nunca y la actual la labró Zoilo el negro después del conflicto, repujando y dorando el metal de las corazas de cinco paladines hermanos que murieron defendiéndola ante el altar mayor de la iglesia. Desde que lo escuchó siendo un niño, Rómulo no había olvidado que las almas en pena de los caballeros habían quedado para siempre ligadas al acero y que ahora vigilarían la Sagrada Forma hasta el día en que el Juicio Final les relevase de su cometido.


Dedicado a la Bella Milita.

martes, 12 de octubre de 2010

Innecesario Nocturno


Copular con el marfil y más aún con las estrellas
Copular con el agua gota a gota, penetrar en el rizoma
Copular de noche cerrada, lamiendo el óvalo opalino de la Luna...

Precipitar el fornicio de un millar de pájaros exóticos
Atomizar el orgasmo del silencio más sonoro
Violar el viento y eyacular las mareas, pintadas de acuarelas sepulcrales...

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Orugar el pináculo de todas las procesionarias
Horadar los pámpanos y las cepas de pálpito seguro
Galvanizar un horizonte de carne y de blancura...

Extasiar lentamente la colmena desde adentro
Perfundir tu cúpula, pálida entre el vértice y la espalda del ropero.

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Copular el añil y el dálmata argentino
Fornicar sin coartada incluso el aluminio más eléctrico

Copular de pura luz hasta con las farolas de la calle
y follarte a la vida misma, y también a las latas de Coca-Cola en el asfalto.