martes, 4 de agosto de 2009

Historia de las siluetas colgantes de Ys


Hace muchos años los inventores de una humilde ciudad (a la que llamaremos Ys) idearon un sistema contra los asaltadores de casas, ya que el hurto organizado con allanamiento de morada era el único delito que se conocía en aquel lugar y necesitaban de una solución. El sistema consistía en unas siluetas bidimensionadas de cartón a tamaño natural que simulaban ser un asaltante en plena faena y se pegaban con celo a las ventanas de la vivienda con objeto de despistar a los bandidos, que de esta forma al verlas pensarían "¡Vaya, se me han adelantado, en esa casa ya hay algún compañero trabajando!" y se irían a robar a otra ciudad o quizá incluso con un poco de suerte acabasen dejando el mundo del hampa.

Al principio el plan surtió efecto y los asaltos descendieron exponencialmente, pero con el paso del tiempo los bandidos se apercibieron de que las siluetas no se movían nunca y además eran exactamente las mismas en todas las casas, por lo que acabaron dándose cuenta del engaño y retomaron sus tareas delictivas con redoblado ímpetu y coraje, debido a que habían perdido numerosos beneficios y se sentían burlados.

Los inventores entonces volvieron a ponerse manos a la obra y, una vez detectado que el problema era que los bandidos habían advertido la falsedad de las siluetas de cartón, trabajaron en darle el aspecto más real y diverso posible. Para ello hicieron venir un equipo de expertos en varias disciplinas que les ayudasen. Los artistas gráficos diseñaron y pintaron cuidadosamente rasgos faciales individuales, personalizados para cada silueta y las vistieron con ropajes de ladrón sin descuidar el menor detalle. El equipo de ingenieros contribuyó incorporándoles un mecanismo que les hacía mover brazos piernas y boca, les acoplaron luces intermitentes en los ojos y altavoces escondidos que proyectaban sonidos de hurto, palabras en la jerga de los bajos fondos y sirenas de policía. Los inventores también idearon siluetas disuasorias que aparentaban ser eficientes y mostachudos guardias del Rey o soldados del ejército imperial, ataviados a la perfección en cuanto a uniformes reales y armas.

Al principio estas novedosas modificaciones surtieron el efecto deseado y durante una larga temporada se respiró una paz sin fisuras en toda la ciudad pero lamentablemente tuvo que llegar el día en que los amigos de lo ajeno descubrieron que se trataba de un nuevo engaño y volvieron a las andadas, produciendo cuantiosas pérdidas materiales a un sinúmero de familias de bien.

El consejo de inventores volvió a reunirse y en esta ocasión idearon el arma de fuego, que hasta entonces no había sido conocida en aquella ciudad. Construyeron las suficientes y con ellas asesinaron en un corto período de tiempo a los bandidos y maleantes hasta cerciorarse de que no quedaba ninguno con vida.

Desde entonces el crimen no existe en Ys, pero la gente dejó colgadas las antiguas siluetas de policías y ladrones en sus casas porque hacían bonito y les habían cogido cariño.



Publicado en El Mandarín de los olivos el 24/12/08

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