martes, 4 de agosto de 2009

Augurios Invernales




Después de pasarme la mañana barriendo halcones muertos del suelo de mi salón y sospechando que esto era un mal presagio, fui al oráculo de Lekafreh (para quien no lo sepa, Lekafreh es un legendario mago y futurólogo cani que lee el porvenir por la forma que tengan los agujeros de la nariz). En esta ocasión, no sé porqué, le costó concentrarse más que otras veces, pero al final acabó revelándome enigmáticamente lo siguiente: “Veo una vieja vejiga de petróleo suspendida en el aire. La vida rebosa de él y pronto comenzara a verterse sobre todas las habitaciones de la morada. Una gran batalla será librada pero saldrás victorioso si consigues que veintiséis sean sólo dos”.

Volví a mi casa muy preocupado, tirándome todo el rato como un tonto de la punta de la nariz, pensando que si lograba cambiar la forma de las ventanas cambiaría también lo que iba a pasar (aunque hoy día ya sepamos que cuando el destino está escrito no lo cambia ni el más bravo había que intentarlo). Abrí la puerta el piso y ¡ea! Mis carpas del acuario (que son sólo dos: Apolo y Dionisos) eran ahora peces de brea que se habían escapado y volaban frenéticamente por las habitaciones bañadas en una mortecina luz azul que parecía no venir de ningún sitio. “Otra noche que me quedo sin cenar”, pensé amargamente, y con un estilete maté a los dos putos peces que al expirar suspiraron suavemente como si se desinflaran. La luz azul desapareció y así seguimos, hasta hoy.



Publicado en El Mandarín de los olivos el 18/11/08

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